miércoles, 28 de julio de 2010

Cuando fuimos grandes.

Julio de 2010. La ocasión lo merecía. Hasta entonces este tipo de acontecimientos los seguíamos sin pasión, sin la emoción de ser parte implicada en el litigio. El país no se paralizaba, no se batían récords de audiencia y nunca había celebración al final. El único sentimiento era el de la envidia: envidia de Francia, Alemania, Brasil, Italia... Siempre acomplejados; por la historia, por los codazos de Tasotti, por los arbitrajes de "El-Gandul", por los penaltis que siempre nos paraba la presión... Siempre la misma historia. Hasta que un día nos decidimos a coger a la historia por los cuernos, matar o morir.

Desafiando a todo y a todos, contra viento y marea: trencillas de poco pelo, "maradonas" de boquilla, leñadores disfrazados de futbolistas, futbolistas disfrazados de leñadores... Había que creer y creímos, había que confiar y confiamos. Otros nos mostraron el camino: los Gasol, los Nadal, los Alonso... Y aprendimos la lección. Hasta que por fin la historia se dio la vuelta, capituló y nos obsequió con creces con todo lo que nos debía. Ahora sí hay pasión, ahora sí se desborda la emoción. Ya caen los récords de audiencia. El país andaba paralizado desde hace ya días, y más parálisis hubo aún con el pitido final. 1-0 y la Copa que siempre iba de turismo a otros países este verano se venía de vacaciones a España. Seguro que hasta ella lo estaba deseando, sabedora de las playas y la fiesta, del tinto de verano y del agua de Valencia, del sol y la noche. La noche...

La noche, refugio de festejos, de amores fugaces, o de amores mercenarios, que para gustos se hicieron los colores; refugio de acontecimientos aún por suceder, o de sueños ya cumplidos. A ella nos lanzamos: no todos los días se acuesta uno Campeón del Mundo. Porque todos jugamos, aunque sea desde el mando de la Play. La imagen es dantesca, el delirio instalado en el sistema operativo de las personas. La fuente de la Plaza sirve de puente de lavado para coches, los cuerpos son los rodillos. Ni los autobuses se salvan de la quema. No hay rivalidades, ganamos todos, no hay heridos, noche mágica. Mañana hay que trabajar, pero no me importa. Mañana seguiré en el paro, pero hoy no cuenta. Demasiado tengo encima como para no pegarme una pequeña alegría por una vez en mucho tiempo.

A la noche nos arrojamos y encomendamos, una semana más tarde. Albergue de mil historias para no dormir, almacén de besos robados y fotos absurdas. 400 km. al Este de ninguna parte, ansioso por desconectar de la vida real y probar otra prestada. Nos confabulamos con la Luna y nos apostamos con ella a ver quién se acuesta antes. Unas veces gana ella y otras veces nosotros. Pequeños triunfos, grandes batallas. Hasta Musa osa aparecer, se erige orgullosa, bella, hasta generosa. Me dedica unas frases, se muestra sonriente pero en el último momento me esquiva. Esta vez escapaste, pero estoy cerca de ti, lo presiento. Sólo es una batalla, aún quedan muchas. Sé que no me crees, pero eso dará más valor a la victoria, si se produce.

La noche acaba, es hora de recontar el botín. Ya habrá tiempo de atender a las víctimas a la mañana siguiente. Nada que el agua de mar no pueda curar. El día despunta y es hora de recuperar a las tropas. Estamos atacando bien, creemos y confiamos. Si 11 tíos detrás de un balón pueden, nosotros también. El Sol nos broncea, oscurece la piel, para vestirnos acorde con la oscuridad de lo que viene después: que de noche todos los gatos son pardos, o eso dicen. Y el color moreno a Musa le sienta tan bien... ¿Por dónde aparecerá hoy? Lo dejo en manos del azar y prefiero que la noche me sorprenda. Sin espectativas pero al cien por cien. Con los sentidos bien alerta y dispuestos a disfrutar otra noche de guerrillas sin heridos, de acontecimientos fugaces, de homenajes pasajeros, de himnos veraniegos condenados al ostracismo, de flores de un día y de vodka con naranja.

PD: Esta historia es pura ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.... o no.