sábado, 20 de marzo de 2010

El bueno de Maroto

Y de repente la tristeza se cernió sobre el Centro Penintenciario de Cáceres 2. El interno número 67.682 recibía el tercer grado penintenciario dos años y medio después. Era una tarde de marzo fría y lluviosa, lo que acrecentó la sensación de vacío y añoranza que desde entonces asola a todos los miembros del penal (reclusos, guardias, personal sanitario, etc.). Y es que no es más grande el que más espacio ocupa, sino el que más vacío deja cuando se marcha.

El bueno de Maroto Antúnez ingresó en prisión por un delito que no recuerda haber cometido: violar sistemáticamente a todas y cada una de las 137 ovejas del rebaño de D. Jimeno Garrobo, propietario de la finca adyacente a la de Maroto. En declaraciones a la Policía y a la prensa locales, D. Jimeno comentaba no entender la actitud de las ovejas hacia él de un tiempo a esta parte, notándolas más distantes y huidizas. Actitud que contrastaba con la alegría con la que recibían al vecino de la finca de al lado.

Por su parte, Maroto no recordaba nada de todo aquello. En parte porque la memoria nunca fue su fuerte (es amnésico) y en parte por su preocupante afición a probar todo tipo de drogas blandas. En declaraciones a la Policía afirmó: "la noche de autos cogí tal melopea que podría haberme beneficiado incluso a la mesa blanca del jardín, con ese agujero tan grande para la sombrilla que parece ir provocando". Nunca se pudo demostrar su culpabilidad, pero la justicia rural es así y fue condenado 6 años en base a indicios... Y también por encontrarse en posesión de estupefacientes y por conducir borracho su tractor por la carretera del pueblo a las 4 de la mañana. Actos que tampoco recuerda haber cometido por las razones expuestas anteriormente.

El interno 67.682 ingresó en prisión un veintitantos de octubre, o quizá fue a primeros de noviembre, tanto da. Él tampoco lo recuerda con nitidez. Una tremenda sonrisa le acompañó desde el Juzgado de Instrucción nº 1 del pueblo hasta su celda, la número 261. Entre tanto, dedicó bonitas palabras a todo el mundo: juez, jurado, letrados, D. Jimeno, funcionarios de la prisión, otros reclusos... Cuando le encerraron en su celda por primera vez, obsequió con una bonita poesía a su compañero de celda. Éste, agradecido, le correspondió con un sonoro eructo que le puso el pelo rubio al instante y unas sentidas palabras que fueron las siguientes:

"Peazo maricón, si vuelves a referirte a mí en semejantes términos te meto el palo de fregar por el culo, aunque a lo mejor acaba gustándote la experiencia..."

Lejos de amilanarse, se esforzó por conocer a todos y cada uno de los presos del Cáceres 2, compartir sus experiencias e incluso obsequiarles con consejos para su vida diaria cuando abandonasen el recinto. Consoló a los arrepentidos, reprochó con dulzura a los insensibles. Dedicaba inumerables horas a, por este orden: leer, escuchar música (especialmente Beethoven) y escribir. Pronto, todos los miembros de la comunidad recibieron un manuscrito dedicado, provocando infinitos gestos de admiración y agradecimiento a D. Maroto. Hasta su compañero de celda, D. Andrés Benavente, acabó sucumbiendo ante sus encantadores modales y excelentes formas. Incluso recibió de buena gana el alias que le puso Maroto de "Chewbacca", por la inhumana cantidad de vello corporal que le copaba.

Hablaba con todos los guardias y hacía más soportables los turnos de noche para éstos, incluso le permitían participar en timbas de mus, póker, pocha o lo que se terciara en la garita. El tiempo pasaba volando cuando estabas a su lado. Enfermeras, limpiadoras... Hasta el alcaide iba a visitarle una vez en semana, agradecido por haber logrado sacar a su hijo del armario y acabar con tanta rumorología en torno a su familia.

Desprendía un halo de bondad y buen rollo. Nada era demasiado grave a su lado. Ningún delito parecía alevoso. Muchos lo atribuyen a su inseparable cigarrito de marihuana (medicinal, eso sí, y prescrita por su médico), otros a su sonrisa y carácter bonachón y tremendamente amistoso. El caso es que Maroto parecía feliz allí dentro y como él todos los habitantes del módulo. Una felicidad que solamente turbaba la visita de su mujer o, en palabras del mismo interno, "la vaca burra esa con la que me casé un día que estaba de pedo, Diosss, cómo me arrepiento, ustedes han visto ese bigote? joder, he visto morsas más apetecibles, en qué coño estaría pensando?". Aunque luego siempre admitía que, a pesar de su evidente falta de atractivo, era una buena mujer: cumplidora, buena ama de casa, aseada... Y daba gracias a dios por su amnesia y no tener que recordar las 24 horas del día al adefesio con el que se casó hace ya 8 años... O eran 9? Ya no se acuerda. Tampoco él recuerda que es otro adefesio, si cabe mayor aún: cejijunto, medio calvo, un poco bizco, ligeramente cojo y apenas superaba el 1'65 de estatura.

Y de repente un día, la felicidad se marchó para siempre. El bueno de Maroto recibió el tercer grado. Le redujeron la pena a más de la mitad por su buen comportamiento. Por eso y también porque en la garita empezaban a hartarse de que les desplumara en cada timba de cartas. Aún así nunca se lo reprocharon. Todo era felicidad, como se ha explicado previamente... Hasta que se fue. Lágrimas, abrazos, bajones de azúcar... Hasta "Chewbacca", que dicho sea de paso fue condenado a 40 años por asesinar a varias personas porque "le habían mirado raro y un duende le dijo que los quemara por ser gentuza", lloró emocionado. Una pancarta rezaba en lo alto del penal: "ADIOS MAROTO TE HECHAREMOS DE MENOS" (la ortografía no es el punto fuerte de los reclusos). El bueno de Maroto se emocionó y prometió visitarles en cuanto pudiera.

PD: Lo primero que hizo al llegar a su casa fue encenderse un cigarrito, ponerse tibio de vodka y hacer el amor desenfrenadamente con su mujer en el pajar. ¿O quizá no era su mujer? ¿Acaso era su casa? (su amnesia le hacía confundir su parcela con la del vecino). Tanto le daba. A los 5 minutos, una sirena de la Policía le hizo sentir una inquietante sensación de déjà vu. A los 6 lo olvidó todo. A las 2 horas sintió que la promesa que le hizo a Cáceres 2 estaba próxima a cumplirse. ¿Un cigarrito, agente?