lunes, 11 de octubre de 2010

Sin Rumbo (ni falta que hace).

Cuando por fin alcanzó el final de su camino, simplemente se sentó a contemplar el paisaje. La brisa marina le insufló una nueva vida, esa que siempre quiso, nunca tuvo y tanto echaba de menos. Días atrás decidió que la condena de varios años que cumplía en su cárcel de oro había expirado, que a pesar del tamaño de Madrid se sentía claustrofóbico y sometido a un bucle infinito de rutinas, amigos y traiciones. No pudo más y estalló. Mandó a la mierda a su jefe. Abandonó la oficina por la puerta trasera, la misma por la que salió del corazón de más de una amante. Le regaló el coche al único amigo en el que confiaba y dejó la casa en manos de una vecina, por si acaso decidía volver algún día. Por último, se propuso andar hasta donde su conciencia le permitiese. Y anduvo, día y noche, durante meses, como si de un Forrest Gump a cámara lenta se tratase.

Conoció nuevas rutas, decubrió parajes que ya conocía pero que nunca valoró lo suficiente. "Ancha es Castilla", se dijo, y vaya si era verdad. Probó nuevos sabores, nuevos efluvios, nuevas sábanas, así como otras gastronomías. El dinero no era problema, la diosa fortuna le mostró una enorme sonrisa en forma de cupón. Era verdad que el dinero no daba la felicidad, la compraba en botellas de 2 litros y en pack de 2 por 1. Iría al infierno, pues su camino de Santiago particular no era precisamente por devoción (su única religión tenía forma de muslos de mujer) y ni siquiera acabaría en Compostela, y si así fuera sería pura coincidencia. Luego pensó que en el averno no estaría tan mal, que allí al menos disfrutan de calefacción central las 24 horas. "Ancha es Castilla", pero qué fría es en invierno.

Llegó a la costa y todo quedó definitivamente detrás de él. Por fin aprendió a olvidar tanta intrascendencia del pasado. Ni belenes-esteban, ni telecincos, ni fútbol. Ni amigos, ni enemigos. Ni jefes, ni becarios. Ni llamadas, ni mensajes, ni emails. Sólo el polvo del camino y miles de imágenes que jamás serán almacenadas en formato digital alguno. Ahora el camino había acabado: él, el Cabo de Peñas y el faro homónimo. Los tres frente a frente. Lo fácil hubiera sido deshacer el camino, retroceder unos metros y seguir por otra ruta, pero odiaba recular, su orgullo siempre se lo impedía. Así que se sentó al borde del acantilado con las piernas colgando y decidió desafiar a su acrofobia. La miró a los ojos fijamente y el vértigo poco a poco fue cediendo, al mismo ritmo que la adrenalina le cargaba de razones, le suministraba nuevas energías y aceleraba sus sensaciones.

Y de la misma manera que se propuso andar se propuso volar. Nadie le impidió lo primero, ninguno se atrevería a impedirle lo segundo. Cerró los ojos y saltó.

Y voló. Abrió los ojos y se vio a sí mismo en el acantilado, cada vez más y más pequeño, hasta que se confundió con un risco más. Hasta que la costa asturiana sólo fue una línea en el horizonte. Sobrevoló por encima de gaviotas, de albatros, de pesqueros y de cargueros. Quiso dirigirse a Francia pero pensó en la tirria que nos tienen a los españoles y se dijo: "que les den por culo a esos narcisistas". Así que siguió rumbo al norte. Se topó con las islas británicas. Sobrevoló la niebla que siempre cubría Londres, el ambiente cargado e industrial de Manchester. Cambió de isla. Le gustó el buen rollo de Dublín, le sobrecogieron los acantilados del norte. Volvió a cambiar de isla. Llegó a Islandia. El frío, el impresionante blanco glacial y las nubes volcánicas le marearon. Quiso seguir pero precisaba un aterrizaje de emergencia.

Cuando estaba a pocos metros del suelo se sintió exhausto por el esfuerzo, pero feliz por su aventura. Por fin era capaz de someterse únicamente a su voluntad y nunca a la de otros. Necesitaba un descanso con urgencia. Volvió a cerrar los ojos.

Y descansó. Al fin...



Cuando volvió a abrirlos no pudo reconocer a ese extraño hombre de blanco que le miraba desde arriba con atención. Su sonrisa aún seguía vigente.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Parecidos razonables?

Uno es el fundador del imperio Ferrari, primero de la "Scuderia" y después de la marca de coches.

El otro es un futbolista que ha destacado muy joven con la selección alemana y que recientemente fichó por el Real Madrid.

Enzo Ferrari vs. Mesut Özil.

Prueba de agudeza visual: ¿Quién es quién?...

 
PD: Si no os ha gustado mejor no os cuento lo que podría haber sido el Plan B: Paco Buyo y Arnold Schwartzenegger...

viernes, 10 de septiembre de 2010

El Norte, pero al Sur.

Verano, un día cualquiera. El cielo se ha roto hace ya dos días y no deja de sangrar gotas de lluvia, incesantemente. Es agosto y a mediodía no superamos los 20 grados centígrados. El río Ísar recorre la ciudad crecido, con un caudal que asusta. A pesar de todo, no hay apenas charcos. ¿Será porque en el resto del mundo se hacen las cosas bien, y no como aquí?

Múnich, Baviera. Estamos en el sur, pero el clima y los paisajes más parecen propios del norte. Será porque a España la dejamos atrás, a dos horas y pico de avión, y aquí la lógica de la orografía y la climatología es otra radicalmente diferente. El sol está de vacaciones, así como algunos límites de velocidad. La autopista es una sucesión divergente de abetos. En el horizonte se adivinan los Alpes, majestuosos e imperturbables, siempre en pugna con las nubes, aserrándolas con sus dientes de sierra, hiriéndolas de muerte a todas y cada una, exprimiéndolas hasta la última gota. La frontera con Austria está al otro lado, pero nada cambia. Misma gente, mismos paisajes, mismo (y envidiable) nivel de vida...

Como si de un caso de especulación inmobiliaria precoz se tratase, precursor del Pocero y Nueva Seseña pero en materia de cultura, damos con la ciudad de Mozart. Todo recuerda a él, al mito que fue, a su genialidad. La casa donde nació, la casa donde vivió... Desde licores hasta una plaza con su efigie. Si hubiese nacido en el siglo XXI se hubiera podrido en OT o Factor X, menos mal que los genios saben hasta cuándo deben nacer. De ahí al lago Wolfgang, por Amadeus. A cualquier cosa le llaman playa, aunque el clima es pegajoso y húmedo. El paisaje no tiene precio, ni palabras para ser descrito, lo mejor es ir y no ensuciarlo con palabras.

El cielo sigue hecho girones. Nos perdemos entre castillos reales y pueblos de ensueño. El espíritu del Rey Loco, Luis II de Baviera, nos persigue allá por donde vamos. Las fachadas cobran vida. Blancanieves compadrea con Peter Pan mientras los tres cerditos se van de excursionismo con Hansel y Gretel. Las brujas malvadas acecharán hasta el infinito, aunque impotentes porque jamás alcanzarán su objetivo. Los cisnes tienen un castillo dedicado por el mismísimo rey, el último de los monarcas que reinaron en tierras bávaras. Blanco y radiante, se muestra como un puzzle que compras ya resuelto para mayor deleite de los sentidos. Neuschwanstein. Tan bello como impronunciable. Imperturbable ante el inacabable gris del cielo. Impresionantes sus vistas al valle infinito.

Nos vamos a un jardín inglés que tiene una torre china en la que se celebran típicas comilonas alemanas. El nudismo no está prohibido y total, para una vez que sale el sol con cierta intensidad hay que aprovechar. Una de las torres de la Frauenkirche está en obras y no es lo único que aparece repleto de andamios. Me cabrea pero qué le vamos a hacer. Se compensa con otro medio litro de cerveza y salchichacas a escasos metros del Neues Rathaus. Y con la promesa de volver algún otro día, a recuperar las fotos que no pude hacer y las excursiones que dejamos en el tintero. Además, los parques son tan apetecibles, da tanto gusto perderse por ellos... El mundo al revés: ellas hacen más deporte que ellos. Y descubrimos por qué en atletismo apenas destacan: el trote cochinero les delata. Tanta cerveza...

miércoles, 28 de julio de 2010

Cuando fuimos grandes.

Julio de 2010. La ocasión lo merecía. Hasta entonces este tipo de acontecimientos los seguíamos sin pasión, sin la emoción de ser parte implicada en el litigio. El país no se paralizaba, no se batían récords de audiencia y nunca había celebración al final. El único sentimiento era el de la envidia: envidia de Francia, Alemania, Brasil, Italia... Siempre acomplejados; por la historia, por los codazos de Tasotti, por los arbitrajes de "El-Gandul", por los penaltis que siempre nos paraba la presión... Siempre la misma historia. Hasta que un día nos decidimos a coger a la historia por los cuernos, matar o morir.

Desafiando a todo y a todos, contra viento y marea: trencillas de poco pelo, "maradonas" de boquilla, leñadores disfrazados de futbolistas, futbolistas disfrazados de leñadores... Había que creer y creímos, había que confiar y confiamos. Otros nos mostraron el camino: los Gasol, los Nadal, los Alonso... Y aprendimos la lección. Hasta que por fin la historia se dio la vuelta, capituló y nos obsequió con creces con todo lo que nos debía. Ahora sí hay pasión, ahora sí se desborda la emoción. Ya caen los récords de audiencia. El país andaba paralizado desde hace ya días, y más parálisis hubo aún con el pitido final. 1-0 y la Copa que siempre iba de turismo a otros países este verano se venía de vacaciones a España. Seguro que hasta ella lo estaba deseando, sabedora de las playas y la fiesta, del tinto de verano y del agua de Valencia, del sol y la noche. La noche...

La noche, refugio de festejos, de amores fugaces, o de amores mercenarios, que para gustos se hicieron los colores; refugio de acontecimientos aún por suceder, o de sueños ya cumplidos. A ella nos lanzamos: no todos los días se acuesta uno Campeón del Mundo. Porque todos jugamos, aunque sea desde el mando de la Play. La imagen es dantesca, el delirio instalado en el sistema operativo de las personas. La fuente de la Plaza sirve de puente de lavado para coches, los cuerpos son los rodillos. Ni los autobuses se salvan de la quema. No hay rivalidades, ganamos todos, no hay heridos, noche mágica. Mañana hay que trabajar, pero no me importa. Mañana seguiré en el paro, pero hoy no cuenta. Demasiado tengo encima como para no pegarme una pequeña alegría por una vez en mucho tiempo.

A la noche nos arrojamos y encomendamos, una semana más tarde. Albergue de mil historias para no dormir, almacén de besos robados y fotos absurdas. 400 km. al Este de ninguna parte, ansioso por desconectar de la vida real y probar otra prestada. Nos confabulamos con la Luna y nos apostamos con ella a ver quién se acuesta antes. Unas veces gana ella y otras veces nosotros. Pequeños triunfos, grandes batallas. Hasta Musa osa aparecer, se erige orgullosa, bella, hasta generosa. Me dedica unas frases, se muestra sonriente pero en el último momento me esquiva. Esta vez escapaste, pero estoy cerca de ti, lo presiento. Sólo es una batalla, aún quedan muchas. Sé que no me crees, pero eso dará más valor a la victoria, si se produce.

La noche acaba, es hora de recontar el botín. Ya habrá tiempo de atender a las víctimas a la mañana siguiente. Nada que el agua de mar no pueda curar. El día despunta y es hora de recuperar a las tropas. Estamos atacando bien, creemos y confiamos. Si 11 tíos detrás de un balón pueden, nosotros también. El Sol nos broncea, oscurece la piel, para vestirnos acorde con la oscuridad de lo que viene después: que de noche todos los gatos son pardos, o eso dicen. Y el color moreno a Musa le sienta tan bien... ¿Por dónde aparecerá hoy? Lo dejo en manos del azar y prefiero que la noche me sorprenda. Sin espectativas pero al cien por cien. Con los sentidos bien alerta y dispuestos a disfrutar otra noche de guerrillas sin heridos, de acontecimientos fugaces, de homenajes pasajeros, de himnos veraniegos condenados al ostracismo, de flores de un día y de vodka con naranja.

PD: Esta historia es pura ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.... o no.

lunes, 17 de mayo de 2010

Bélgica y el síndrome de Stendhal (crónica del viaje capicúa).

Un jueves cualquiera, sin planificación ninguna. 5 y pico de la mañana. Vuelo de Ryanair con destino a Bruselas-Charleroi. Caras de ilusión, cansancio y sueño. Ahí empezó todo. Lo bueno y los sustos.

Al final va a resultar que España no está tan mal. El transporte y la infraestructura que conecta el aeropuerto con la ciudad de Charleroi y ésta con la capital, Bruselas, deja algo que desear. Vale que no sea céntrico ni neurálgico, pero quizá sus usuarios merezcan mejor suerte. Para colmo nos vendieron los billetes de tren equivocados. Resultado: multazo en el tren e invalidación de nuestro ticket. ¡Pues empezamos bien! La periferia de Bruselas desde el tren nos muestra, en general, un panorama lejano al idílico de cualquier país del Benelux. Más parecía que llegábamos a Santa Eugenia o Pitis. Bajón...

Llegada a Bruselas. Dábamos por perdidos 75 € sin haber ni siquiera deshecho las maletas. Pero un par de caras de pena y una enorme expresión de turistas perdidos obraron la remontada. Multa devuelta y un nuevo pack de 10 viajes en tren, ¡y encima nos devuelven 18 €! Subidón...

Dejamos los equipajes y nos dedicamos a recorrer Bruselas. En pocos minutos Todo Lo Malo nos es compensado con creces: la Grand Place se erige ante nosotros, majestuosa, preciosa, casi mareante. A partir de ahí, todo valía. Manneken Pis, Catedrales góticas, el Palacio Real, el de Justicia, jardines de ensueño... Pero la extraña sensación de que no estamos en una ciudad acogedora. No parece la capital de Europa, como nos la vendieron. Aún así merece la pena perderse por su centro histórico.

El Atomium asoma camino de Lovaina, como diciéndonos: "Eeeh, no os olvidéis de mí". Tranquilo, no nos olvidamos, compañero. Tan brillante, moderno y orgulloso, ¿cómo vamos a perdonarte la vida? Pero primero tenemos un país entero que recorrer. Lovaina nos asombra con su Ayuntamiento, una fachada apuntada y recargada hasta el extremo, espléndida, con su Grote Markt respectiva. Calles acogedoras que me recuerdan a Amsterdam y un ambiente universitario saludable. De lo mejor para vivir. De lo mejor para visitar. De lo mejor para ir de fiesta.

Brujas y Gante... Gante y Brujas... ¿Con cuál quedarse? Dos ciudades que parecen emerger de entre sendos cuentos medievales. Stendhal, al que pude mantener a raya tras la visita por Bruselas, acecha ahora tras cada esquina, amenazándome con dejarme tieso al doblar la siguiente esquina. Brujas, canales, torres sin fin, plazas majestuosas, cuento de hadas... Gante, catedrales que harían cosquillas al mismo Dios si existiese, muelles preciosistas, un Van Eyck convertido en escultura, espíritu medieval... El subidón hace cumbre.

Amberes, también esplendorosa, sobre todo por su enorme catedral, la mayor de Flandes. Y por su plaza mayor, con fachadas que llenaban de color hasta el cielo más gris que nos encontramos hasta la fecha. Bandas de música que nada tenían que envidiar a tanto subproducto de OT (más bien todo lo contrario). La estación de tren, otra preciosidad, tanto por dentro como por fuera.

De Flandes a Valonia. Lieja y Namur. Lieja sorprende nada más llegar. La estación tiene la inequívoca firma de Santiago Calatrava: mucha luz, predominio del blanco y formas casi imposibles. La catedral, emblema de la ciudad (tampoco estaría de más que la pasaran un paño, porque mierda tenía para regalar) y algunas cosas más. Desde luego sale perdiendo comparada con lo demás. Namur: interesante y acogedora. Vistas increíbles de la ciudad desde lo alto de la Ciudadela, el Pont Des Jambes... lo más flamenco de la parte no flamenca del país.

Y mucha cerveza, y mucho chocolate. Que no falte. Y patatas fritas (sí, esa es la comida típica). Y retrasos en el tren (da lo mismo, no tenemos prisa). Nota: nunca tratéis de colaros en el tren, os pillarán fijo, el revisor pasa sí o sí. Otra cosa es el Metro...

Último subidón: lunes por la mañana. Cumplimos la amenaza. Vamos a por el Atomium. Sesión de fotos final, hay que quemar las últimas naves. El viaje ha sido tan bonito... Cada foto nos acerca más al fin, Stendhal por fin parece que nos dejará volver a nuestra rutina diaria en Madrid. Pero el volcán islandés aún tenía cosas por decir. Tren Bruselas-Charleroi, una última mirada atrás, nos despedimos de todo un país. Comienza el bajón...

Llegada a Charleroi, donde todo empezó y donde se debía librar la última batalla. Nuestro vuelo se va quedando sin puerta de embarque. Retrasos, cancelaciones, mosqueos... Valladolid, Sevilla, el de Madrid de las seis y media... cancelados, "due to bad weather conditions". En ese momento me acuerdo de Islandia y del señor que le puso el nombre al maldito volcán. Bajón...

PD: Al final, y con casi 5 horas de retraso aparecemos por Madrid-Barajas. Las mismas caras de ilusión, cansancio y sueño que hace 5 días. El viaje capicúa llegó a su fin. Bélgica y Stendhal aún me sobrecogen, aunque ahora en diferido.

domingo, 25 de abril de 2010

Zanjando-ando (A rey muerto...)

Nunca pretendí que lo fuese, pero la frase acabó siendo premonitoria. Ya lo dijo aquél: "Ten cuidado con lo que deseas porque podría hacerse realidad". Y yo aquella mañana, en un tono que pretendía ser más jocoso que anhelante, expresé mis sentimientos:

"En mi próxima vida quiero ser animal del Faunia: dormir, comer, ponerme trofollo y que de vez en cuando me dejen a solas con alguna hembra en celo."

Y mis plegarias fueron escuchadas, y de repente lo mecánico y lo tecnológico sintieron celos de mi repentino cambio de preferencias. El primero en satisfacer mis deseos fue el Saxete, que intentó inmolarse sin éxito mediante la técnica del reventón kamikaze. Y digo yo: les costará mucho señalizar una puta zanja? Según mis cuentas ni 100 €... Encuentro la redención en forma de lecciones de cambio de rueda de repuesto, partidas de mus y ajedrez para distraer la tensión del momento (gracias Alma y alrededores!) y ruedas nuevas.

Marrón en el curro: es viernes y me ponen dos proyectos para el miércoles siguiente.
- Hay proyecto? (Pregunto, iluso de mí)
- No, viene esta tarde.
- ... perooo... esta tarde no estamos aquí, es viernes.
- Pues el lunes lo tienes y haces lo que puedas. (traducción simultánea: vas a echar más horas que un reloj).

Dicho y hecho. Llega el lunes:
- Aquí está el proyecto. Ponte con él.
- Peroooo... el presupuesto no está en Excel. Va a ser un coñazo.
- Ya...
- Y son todo hojas escaneadas, no puedo seleccionar texto.
- Ya...
- Entonces?...
- Pues como en los viejos tiempos.

Pues eso, como en los viejos tiempos: calculadora y paciencia. Sólo me faltaba tener que echar cuentas con ábacos.

Todavía estoy reflexionando acerca de mi asombrosa capacidad para aglutinar marrones a mi alrededor cuando mi ordenador, o parte de él, dice "se acabó". A ojos vista mi fiel compañero en cruzadas anti-SGAE y partidas de Worms, TOCA y similar, decide unilateralmente finalizar la relación. Arguye problemas de edad y me exige una jubilación. Y para incrementar la presión de sus demandas decide comportarse erráticamente, con frecuentes paradas cardiorrespiratorias y una lentitud exagerada. Decido prescindir de sus servicios, sabedor de que, aunque logre convencerle para que se quede a mi lado un poco más, poco tiempo de trayectoria profesional le queda. Además, se ha ganado a pulso una vida mejor.

A rey muerto...



Rey puesto.

sábado, 20 de marzo de 2010

El bueno de Maroto

Y de repente la tristeza se cernió sobre el Centro Penintenciario de Cáceres 2. El interno número 67.682 recibía el tercer grado penintenciario dos años y medio después. Era una tarde de marzo fría y lluviosa, lo que acrecentó la sensación de vacío y añoranza que desde entonces asola a todos los miembros del penal (reclusos, guardias, personal sanitario, etc.). Y es que no es más grande el que más espacio ocupa, sino el que más vacío deja cuando se marcha.

El bueno de Maroto Antúnez ingresó en prisión por un delito que no recuerda haber cometido: violar sistemáticamente a todas y cada una de las 137 ovejas del rebaño de D. Jimeno Garrobo, propietario de la finca adyacente a la de Maroto. En declaraciones a la Policía y a la prensa locales, D. Jimeno comentaba no entender la actitud de las ovejas hacia él de un tiempo a esta parte, notándolas más distantes y huidizas. Actitud que contrastaba con la alegría con la que recibían al vecino de la finca de al lado.

Por su parte, Maroto no recordaba nada de todo aquello. En parte porque la memoria nunca fue su fuerte (es amnésico) y en parte por su preocupante afición a probar todo tipo de drogas blandas. En declaraciones a la Policía afirmó: "la noche de autos cogí tal melopea que podría haberme beneficiado incluso a la mesa blanca del jardín, con ese agujero tan grande para la sombrilla que parece ir provocando". Nunca se pudo demostrar su culpabilidad, pero la justicia rural es así y fue condenado 6 años en base a indicios... Y también por encontrarse en posesión de estupefacientes y por conducir borracho su tractor por la carretera del pueblo a las 4 de la mañana. Actos que tampoco recuerda haber cometido por las razones expuestas anteriormente.

El interno 67.682 ingresó en prisión un veintitantos de octubre, o quizá fue a primeros de noviembre, tanto da. Él tampoco lo recuerda con nitidez. Una tremenda sonrisa le acompañó desde el Juzgado de Instrucción nº 1 del pueblo hasta su celda, la número 261. Entre tanto, dedicó bonitas palabras a todo el mundo: juez, jurado, letrados, D. Jimeno, funcionarios de la prisión, otros reclusos... Cuando le encerraron en su celda por primera vez, obsequió con una bonita poesía a su compañero de celda. Éste, agradecido, le correspondió con un sonoro eructo que le puso el pelo rubio al instante y unas sentidas palabras que fueron las siguientes:

"Peazo maricón, si vuelves a referirte a mí en semejantes términos te meto el palo de fregar por el culo, aunque a lo mejor acaba gustándote la experiencia..."

Lejos de amilanarse, se esforzó por conocer a todos y cada uno de los presos del Cáceres 2, compartir sus experiencias e incluso obsequiarles con consejos para su vida diaria cuando abandonasen el recinto. Consoló a los arrepentidos, reprochó con dulzura a los insensibles. Dedicaba inumerables horas a, por este orden: leer, escuchar música (especialmente Beethoven) y escribir. Pronto, todos los miembros de la comunidad recibieron un manuscrito dedicado, provocando infinitos gestos de admiración y agradecimiento a D. Maroto. Hasta su compañero de celda, D. Andrés Benavente, acabó sucumbiendo ante sus encantadores modales y excelentes formas. Incluso recibió de buena gana el alias que le puso Maroto de "Chewbacca", por la inhumana cantidad de vello corporal que le copaba.

Hablaba con todos los guardias y hacía más soportables los turnos de noche para éstos, incluso le permitían participar en timbas de mus, póker, pocha o lo que se terciara en la garita. El tiempo pasaba volando cuando estabas a su lado. Enfermeras, limpiadoras... Hasta el alcaide iba a visitarle una vez en semana, agradecido por haber logrado sacar a su hijo del armario y acabar con tanta rumorología en torno a su familia.

Desprendía un halo de bondad y buen rollo. Nada era demasiado grave a su lado. Ningún delito parecía alevoso. Muchos lo atribuyen a su inseparable cigarrito de marihuana (medicinal, eso sí, y prescrita por su médico), otros a su sonrisa y carácter bonachón y tremendamente amistoso. El caso es que Maroto parecía feliz allí dentro y como él todos los habitantes del módulo. Una felicidad que solamente turbaba la visita de su mujer o, en palabras del mismo interno, "la vaca burra esa con la que me casé un día que estaba de pedo, Diosss, cómo me arrepiento, ustedes han visto ese bigote? joder, he visto morsas más apetecibles, en qué coño estaría pensando?". Aunque luego siempre admitía que, a pesar de su evidente falta de atractivo, era una buena mujer: cumplidora, buena ama de casa, aseada... Y daba gracias a dios por su amnesia y no tener que recordar las 24 horas del día al adefesio con el que se casó hace ya 8 años... O eran 9? Ya no se acuerda. Tampoco él recuerda que es otro adefesio, si cabe mayor aún: cejijunto, medio calvo, un poco bizco, ligeramente cojo y apenas superaba el 1'65 de estatura.

Y de repente un día, la felicidad se marchó para siempre. El bueno de Maroto recibió el tercer grado. Le redujeron la pena a más de la mitad por su buen comportamiento. Por eso y también porque en la garita empezaban a hartarse de que les desplumara en cada timba de cartas. Aún así nunca se lo reprocharon. Todo era felicidad, como se ha explicado previamente... Hasta que se fue. Lágrimas, abrazos, bajones de azúcar... Hasta "Chewbacca", que dicho sea de paso fue condenado a 40 años por asesinar a varias personas porque "le habían mirado raro y un duende le dijo que los quemara por ser gentuza", lloró emocionado. Una pancarta rezaba en lo alto del penal: "ADIOS MAROTO TE HECHAREMOS DE MENOS" (la ortografía no es el punto fuerte de los reclusos). El bueno de Maroto se emocionó y prometió visitarles en cuanto pudiera.

PD: Lo primero que hizo al llegar a su casa fue encenderse un cigarrito, ponerse tibio de vodka y hacer el amor desenfrenadamente con su mujer en el pajar. ¿O quizá no era su mujer? ¿Acaso era su casa? (su amnesia le hacía confundir su parcela con la del vecino). Tanto le daba. A los 5 minutos, una sirena de la Policía le hizo sentir una inquietante sensación de déjà vu. A los 6 lo olvidó todo. A las 2 horas sintió que la promesa que le hizo a Cáceres 2 estaba próxima a cumplirse. ¿Un cigarrito, agente?